LA LATA DEL JUEVES - 22

Este jueves os presentamos unas estupendas agujas en aceite de oliva de Conservas Portomar, una empresa familiar y tradicional de Vilagarcía de Arosa (Pontevedra) que produce y comercializa conservas de pescado y marisco de alta calidad. En esta conservera creen como imprescindible el respeto al mar y tienen una política medioambiental respetando las vedas, los tamaños mínimos de las capturas y todas las buenas prácticas.

 

Una empresa donde el producto final es de máxima calidad con una materia prima excelente, teniendo como objetivo la satisfacción de sus clientes. 

 

Alrededor de esta lata de este jueves os queríamos comentar algunas vivencias que nos ocurrieron en un viaje a algunas islas griegas hace cuatro años, pero por supuesto sin hablar de política, habláremos sólo de personas y lugares, que creemos que es mucho más importante.

Nuestra historia tuvo lugar en la isla de Santorini, en la playa de Kamari, un precioso lugar en una maravillosa isla griega, donde conocimos a Irini,  no porque nosotros sepamos seguro que se llamaba así sino porque el negocio que regentaba o patrocinaba tenia ese nombre , nuestra protagonista es para nosotros una maravillosa vivencia irrepetible.

En un día radiante después de visitar muchos lugares en Santorini, recalamos con nuestro coche alquilado en la Playa de Kamari, un agua de color azul intenso con un paisaje verdaderamente espectacular, con sus sombrillas de brezo y sus guijarritos, eso si algo puntiagudos.

Pasamos largo tiempo bañándonos en sus transparentes aguas hasta que nuestros estómagos aconsejaron que debíamos tomar algo para satisfacerlos y muy cerca, dando un paseíto por el propio paseo de la playa nos encontramos con nuestra protagonista Irini sentada en un sillón de anea, una señora que rondaría los setenta años ya pasados, con sus ropajes como el de nuestras abuelas y una sonrisa en toda su cara que mediante gestos recomendaba su restaurante. Era toda una abuelita maravillosa indicándonos mediante gestos y muy pocas palabras, que en su casa quedaríamos perfectamente satisfechos de la comida griega y del pescado de esa parte del país.

Tomamos buena nota de esa recomendación y nos sentamos en su terraza con unas maravillosas vistas al mar.

Desde el momento que nos sentamos nos sentimos protegidos por Irini y en ningún caso espiados, ella controlaba que todo en nuestra mesa estuviera de nuestro gusto desde el servicio a cada uno de los platos, la comida fue excepcional y el trato recibido muy bueno.

Cuando nos levantamos de la mesa y nos íbamos aproximando a Irini para dejar su restaurante, ella nos demostró con gestos muy expresivos, su gratitud por haber elegido su casa y daban ganas de plantarle dos buenos besos en sus mofletes pero nos contuvimos y le devolvimos su agradecimiento.

Irini que espero que a día de hoy siga allí al frente de aquella terraza, estoy seguro que no entiende ni de prima de riesgo, ni de deuda soberana, ni de los políticos actuales ni de los anteriores, y no creo que en el referéndum del domingo próximo vaya a votar, lo que si que entiende de hospitalidad, de que Grecia es la cuna de la democracia, de que un pueblo humilde es un pueblo sano y de que lo importante son las personas y sus sentimientos y vivencias y nunca los países y sus gobiernos.

En aquel viaje después de recorrer muchos kilómetros con nuestro coche alquilado, me recordaba a los años 60 en España en la carretera de la costa, creo que a los griegos no les preguntaron si querían entrar en Europa, ya que ellos habían hecho grande a Europa en sus orígenes, y ahora les preguntan si quieren seguir en Europa, a lo mejor los que vinieron a evaluar a Grecia antes de entrar en Europa no visitaron las mismas carreteras que yo , ni vieron a Irina y su maravillosa sonrisa.

Dedico estas líneas con mi lata y estoy seguro que la compartirían conmigo, a todas las Irinis y a aquellos estupendos griegos que nos acompañaron y nos acogieron con tal magnífica hospitalidad hace cuatro años.